Desde Chinácota hasta el corazón de Roma. Así podría resumirse parte de la historia del padre William Josué Carreño Mora, sacerdote agustino nacido en el municipio de Chinácota, Norte de Santander, quien se convirtió esta semana en uno de los protagonistas involuntarios del nuevo capítulo en la historia de la Iglesia Católica: la elección del cardenal Robert Francis Prevost como papa.
La noticia lo tomó por sorpresa mientras celebraba una misa en honor a Nuestra Señora de Gracia, patrona de la provincia agustiniana en Colombia. Fue allí, en medio de la solemnidad, que le llegó la confirmación: su viejo amigo, el hombre con el que caminó por Bogotá y compartió charlas fraternas, había sido elegido como sumo pontífice.
“Nos encontrábamos en plena eucaristía, no sabíamos qué hacer”, relató Carreño. “Seguimos la misa y la ofrecimos por su santidad”. La emoción era evidente. Para él, no se trataba solo de un líder espiritual, sino de un hombre cercano, sencillo y profundamente humano.
El padre Carreño ha sido entrevistado por medios como Semana, Infobae y El Tiempo, donde ha narrado con detalle la relación de fraternidad que lo une al nuevo papa. Destacó especialmente una anécdota que revela el lado más humano de Robert Prevost: en una de sus visitas a Colombia, siendo prior general de la Orden de San Agustín, aceptó una invitación espontánea de Carreño para recorrer la capital del país.
“Le dije: Padre, ¿usted no se cansa de estar siempre encerrado trabajando? Venga, le doy un paseo”, recuerda entre risas. Partieron del convento Santo Tomás, ubicado en la calle 83 con carrera novena, y caminaron por el parque de la 93, la Plaza de Andrés, el Museo del Oro y hasta Monserrate. “Todo le encantó”, cuenta Carreño. “Me confesó que le gustaba la carne a término azul. Ese detalle nunca se me olvidó”.
Aunque hoy se habla del papa León XlV con respeto reverencial, el padre William lo recuerda con afecto sencillo: “Es un hombre descomplicado, muy bondadoso, no le gusta el protocolo. Lo imagino diciéndome: ‘¡Qué hubo, William!’ y no lo puedo creer”.
El nuevo papa no es un desconocido para la comunidad agustiniana. Fue misionero en Perú, prior provincial en Chiclayo, y luego prior general por más de una década, visitando los 47 países donde la orden tiene presencia, incluyendo varias ciudades colombianas: Bogotá, Medellín, Barranquilla, Bojacá y Chía, entre otras.
La historia del padre William Carreño comienza en Chinácota, donde nació y dio sus primeros pasos en la vida religiosa. Su identidad nortesantandereana sigue muy presente en su vida y ministerio. Aunque hoy se encuentra radicado en Bogotá, sigue en contacto con su comunidad de origen y asegura que sus valores se forjaron allí, en medio de las montañas de su tierra natal.
Ahora, con la elección del papa León XIV, espera que se refuercen los lazos entre América Latina y el Vaticano. “Él entiende profundamente la realidad de nuestra región. Vivió en Perú, conoce Norteamérica porque es de Chicago, y conoce la Curia Romana por su rol en la orden. Es un hombre con visión integral”, afirma.
También destaca su perfil intelectual: el nuevo Papa escribió una tesis doctoral sobre el papel del prior local, figura esencial en la vida agustiniana. Pero más allá de los títulos y los cargos, Carreño insiste: “No solo decía las cosas, las vivía”.
Para los habitantes de Chinácota y del Norte de Santander, esta historia tiene un valor especial. Uno de los suyos ha estado cerca de un momento histórico, no por poder ni privilegio, sino por amistad, cercanía y fe compartida. En palabras del padre William: “Hoy tengo un amigo en el Vaticano, pero más que eso, tenemos un Papa que conoce y ama a América Latina”.
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