Por Julián Escobar
Durante la primera década del siglo XX, surgió un invento que era capaz de transmitir ondas sonoras que un aparato convertía en sonido. Este principio fue lo que posibilitó la invención de algo que se llamaba la radio. Varios científicos como Nikola Tesla y Guillermo Marconi ya habían planteado aparatos capaces de hacer esto, pero fue en Massachussets Reginald Fessenden quien hizo la primera transmisión de radio en una nochebuena. El invento se fue iterando y para la segunda década del siglo XX, el aparato tuvo una mejora en su mecanismo de funcionamiento tan grande, que se volvió un invento eficiente y marcaría durante muchos años las comunicaciones. La radio también llegó a Colombia y en todo el país era lo primero que se prendía y lo último que se apagaba en los hogares. Este invento no hubiera sido posible de masificar sin un grupo de ciudadanos a veces subestimado en comparación con la modalidad de radio comercial llamado los radioaficionados quienes fueron pioneros en nuestro país en crear la industria radial nacional.
Antes de entrar en detalle de lo que ha sido la radioafición colombiana, hay que recordar el largo camino para que el invento de la radio llegara a tener un buen potencial. A partir de la transmisión de Reginald Fessenden, surgen pequeños grupos de personas que se transmiten en código morse mensajes en frecuencias de muy mala señal quienes fueron llamados radioaficionados precisamente por su afición al invento. Las frecuencias de transmisión de voz eran raras para la época de inicio de siglo y se dan para uso comercial en Estados Unidos. Por supuesto que pocos empresarios entrarían a una radio sin potencia y sin audiencia por su precario primer intento de ser masificada. Con mucho esfuerzo y con ayuda de ciudadanos apasionados por la radio, comienza un esfuerzo enorme por cambiar las reglas de transmisión, incluyendo las tecnológicas. Las frecuencias de radio hablada mejoran notoriamente y se empiezan a volver más abundantes, creando así lugares desde donde se envían señales y programas que se llamarán emisoras. Todas estas últimas serán cerradas en Estados Unidos durante la primera guerra mundial por temor a espionaje y las estaciones de radioaficionados clausuradas por una desconfianza inicial que marcaría al gremio durante varios años.
Pero, este conflicto global que pone en pausa al gremio surgirá lo que será el precedente del siguiente gran salto tecnológico por necesidades de transmisión entre tropas. Ante la ineficiencia de telegramas que fueron interceptados en varias ocasiones, incluyendo uno que llevó a la entrada de Estados Unidos a esta guerra conocido como el telegrama Zimmerman, la radio en su momento era mucho más segura y rápida. Se optó entonces por el crecimiento de esta nueva tecnología dando la masificación a los operadores de radio que en todos los bandos compartían diferentes idiomas, nacionalidades y características. Ya el código Morse comenzó a competir con frecuencias habladas. Durante el fin del conflicto, los mismos operadores de radio que compartieron con diferentes personas de su país y de otros lugares del mundo ayudarían a que la tecnología mejorara dando así un segundo paso en su masificación con mejores tecnologías.
Una relación provechosa
Los veteranos que fueron operadores de radio fueron la segunda generación de radioaficionados que llevarían las tecnologías a una eventual expansión. Gracias a varios años de trabajo entre gobiernos y personas del gremio, las transmisiones mejoraron a nivel local y además por esta expansión, los programas de radio de una ciudad empezaron a ser escuchados en otras latitudes por mejoras en la forma de transmitir. Tanto en Europa como Estados Unidos había nuevos programas radiales que llamaron la atención al público. Surgió entonces una duda razonable entre todas las partes que ahora estaban alejadas por el Océano Atlántico y era ¿Por qué los radioaficionados del otro lado del mundo están tan callados si logramos oír programas de radio que vienen de otros países? La respuesta desde lo tecnológico era conocida por los creadores de política pública pero no para los ciudadanos que se trataba de un tema de alcance. Surgió la primera gran necesidad del gremio que fue una relación cercana con los gobiernos para recordarles de su existencia y además evitar estigmas. La relación fue provechosa y esto llevó a lograr hitos en conjunto.
Fue así como en 1921 luego de varias pruebas se hizo la primera transmisión de radio transatlántica con activo apoyo de individuos fanáticos de la radio. Además, en 1923 gracias a dos radioaficionados, uno francés, Leon Deloy y uno estadounidense, Fred Schell, los radioaficionados lograron transmitir la primera conexión en dos vías por el Océano Atlántico. Esto marcó la segunda característica del gremio que era el prestigio que acarrea por lo logístico la conexión con radioaficionados internacionales.
La tecnología ayudó a que el gremio en Estados Unidos creciera significativamente. Antes de la segunda guerra mundial, ya se había avanzado en la creación de estándares para la radio superiores y de mejores ondas radiales, que llevaría a la transmisión en lo que se conoce como Banda Única Lateral, que posteriormente se conocería como AM y que hoy se utiliza en emisoras de radio en Colombia. Las frecuencias de AM ayudaban a crear estandarización y daban alcances nunca vistos. Esto involucró a muchas personas que se dieron cuenta del futuro de la tecnología.
Todos estos avances llegaron hacia 1930 a Colombia, que se desarrolló junto a los gobiernos de turno. En un país que se recuperaba de la Gran Depresión, un invento como la radio acortaba las distancias que montañas, ríos y llanuras acrecentaban y a su vez dificultaban las comunicaciones. Ya había clubes de radio como el de Bucaramanga funcionando desde 1928. También existía radio comercial cuya primera emisora fue La Voz de Barranquilla fundada en 1927 un radioaficionado llamado Elias Pellet en la ciudad del mismo nombre. Años después, el gobierno de turno de Enrique Olaya Herrera favoreció que los operadores de radio fueran extranjeros y la importación de maquinaria y talento humano dejó en un principio por fuera al talento nacional. Fue así como surgió la Liga de Radioaficionados de Colombia en 1933 que, en cabeza de unos pocos quijotes que buscaban lo imposible, desearon cambiar ese panorama y que el gremio fuera visto como un aliado y no como un grupo aparte que debía ser aislado sin motivo alguno. Hubo una fuerte oposición del Ministerio de Correos de la época y esto hizo que el gobierno no cediera en su posición ferviente de que no era necesario un tema de radioaficionados y menos de operadores de radio nacional que no lo hacían como debía requerirse según la tecnología del mundo de la época.
Recordando entonces uno de los rasgos del gremio, el cual es ser activos en temas políticos, este se puso en la tarea de evitar el estigma sobre la radiodifusión nacional y promover relaciones que disminuyeran la desconfianza hacia ellos. Se comenzó una campaña nacionalista para demostrar que la radio colombiana tenía potencial local de mano de quienes fueron precursores de la misma como lo son los radioaficionados. Los clubes, las emisoras y la Liga nacional aunaron esfuerzos para demostrar que invisibilizar al gremio era equivocado. El gobierno venía argumentando la estatización de la radio en manos de operadores extranjeros como la solución a todo el problema. Era claro que la contradicción de nacionalizar, pero sin nacionales que era un escenario ilógico. La justificación era que se debía tener el control de los medios radiales por temor a noticias falsas, difusión de ideas que crearan caos en el país y una desestabilización que sería causada por emisoras sensacionalistas. Por supuesto que, ante la consigna de que todo colombiano que fuera amante de transmitir radio era un revolucionario, los radioaficionados tenían mala fama. Seguramente esta visión estaba basada en los sucesos de la primera guerra mundial cuando se cerraron medios en Estados Unidos, estando así atrasada diez años a la tendencia mundial. Además, omitía el gobierno que las primeras estaciones, tanto privadas como públicas se dieron gracias a un gremio que con equipos muy limitados se lanzó a la aventura y sin esos esfuerzos no habría emisoras radiales en Colombia.
Un bien necesario
A pesar de los comentarios del gobierno, los ministerios encargados de la radio como el de correos, nunca lograron implementar una radio totalmente pública. La inacción de las administraciones entonces para demostrar sus puntos de vista de tildar a los radioaficionados como innecesarios y peligrosos, nunca lograron un sustento significativo. Hubo entonces un cambio de posición y en la década de los 30, se promulgaron leyes a favor de la radioafición en gobiernos como el de Alfonso López Pumarejo, que además buscó fomentar la creación de la demanda por contenido ante la existente oferta de pequeñas estaciones. Fue así como se buscó que se crearan casas sociales donde hubiera radios para el entretenimiento en los pueblos de entre 500 y 5000 habitantes y también se regularon los contenidos debían tener las emisoras. Se presentaron entonces ofertas de música, noticias y una misión instructora en los programas para una población que lo necesitaba.
El cambio de actitud hizo que el gobierno descubriera que la radiodifusión servía para un propósito adicional que fue la transmisión masiva de comunicaciones. Las tasas de analfabetismo eran supremamente altas en la ruralidad y en ciertas clases urbanas, por lo cual el periódico y los medios escritos no eran la mejor manera de transmitir noticias, ya que tenían además de barreras de idioma, otras como el sectarismo político y la región a la cual se quería llegar. Era entonces más fácil crear un programa radial como solución de corto plazo, que llevar escuelas a regiones apartadas por densas selvas y montañas con el riesgo de que el puesto de profesor quedara vacante. Además, había un gran atractivo que venía con la audiencia. Al poder llegar a muchas personas al tiempo, recordando el problema de falta de comprensión lectora, un mensaje bien dado, ingenioso, en pocos segundos generaba recordación. Fue así como surgió la pauta radial. Los medios regionales de radio lograron ser bastante rentables en un momento en que la publicidad estaba muy focalizada y ofrecía una buena audiencia recordando los problemas de educación básica en el territorio.
Las pautas en radio también ayudaron a crear un mercado nacional para productos a través de la radio y además a cambiar así la percepción de los radioaficionados. Pasar de radioaficionados con sus equipos y en contra de gobiernos de turno a empresarios de bebidas como gaseosas o cervezas marcó un cambio fuerte del modelo comercial de la industria. Al ver los programas que muchas veces eran radionovelas y de cultura, ya se produjo un clima de mayor confianza entre el gobierno y el gremio. Ya tachas como que el radio era sólo para el uso de comunistas fue cosa del pasado y para 1939, ese enunciado era exagerado. Una lucha de casi quince años con impases, descalificativos y así demostrar que el medio de comunicación no era para desestabilizar al gobierno de turno y esparcir ideas marxistas, anarquistas, entre otras, cambió al mostrar el potencial de generar bienestar. Además, el cambio dado por la pauta comenzó a traer nuevos interesados en el sector que veían la radio como un servicio de mercadeo. Todo esto, gracias a la lucha de los radioaficionados en contra del estigma y la estatización por parte de varios gobiernos.
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